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jueves 28 marzo 2024

Tato, el cura de los barrios pobres de San Lorenzo

Juan Carlos Aguiar es padre en Opción por los Pobres y se desempeña desde hace 11 años en los sectores más vulnerables de esa ciudad.

Juan Carlos Aguiar tiene 60 años. Nació el mismo día que Diego Armando Maradona. Es cura en Opción por los Pobres y hace 11 años trabaja con los barrios más vulnerables de la ciudad de San Lorenzo, en una parroquia modesta que nada tiene que ver con los grandes edificios barrocos, sino que se parece mucho a una de las casitas del barrio Bouchard, donde está ubicada. Solo un cartel en el portón anuncia que se trata de la parroquia María Niña. La ornamentación adentro también dista de otras iglesias. Están el Vía Crucis de Adolfo Pérez Esquivel y cuadros de los padres Angelelli y Mugica. “Queremos una relación simétrica con la gente del lugar”, explica luego de aclarar que quiere alejarse de “la concepción paternalista de la Iglesia”.

La mañana del día de Nochebuena, Tato se prepara para ir a visitar a los enfermos del barrio, los mayores, los que están postrados o no pueden salir. A la tarde, armará la eucaristía en el patio de la parroquia y para la noche ya está organizando una cena para algunas familias de la zona. Habrá pollo relleno, arrollado de carne, sándwiches de miga, cerveza, vino y gaseosos. “Hace cinco años que lo hacemos. La primera vez teníamos la duda de si poníamos alcohol o no, pero ¿quién no se toma un vinito en Nochebuena?”, cuenta.

Tato atiende a 14 barrios de San Lorenzo, los ubicados en el sur y la zona oeste de la ciudad. “Toda la zona marginal, todos los barrios pobres”, explica. Muchos de los habitantes son chicos. “La necesidad más urgente es tener un laburo estable. La gente se la rebusca como puede, cortando pasto, cirujeando. A veces pueden tener alguna parada en una fábrica. Pero el 80 o 90 por ciento es trabajo temporal, muy pocos tienen un trabajo estable. No tienen dinero”, dice con un dejo de tristeza.

Pero esta situación repercute en todos los ámbitos de la vida, por ejemplo en la salud pública. “Acá a una cuadra de la parroquia tengo un dispensario. Ahora estuvo mucho tiempo cerrado por la pandemia. A las 6 de la mañana veo a la gente haciendo cola para un especialista. Por ahí con consiguen turno y tienen que volver al día siguiente a las 5.30”, se lamenta. En la educación también se nota. El cura cuenta que “las maestras hacen maravillas con el tema de los pibes que no están ni conectados internet”.

Por eso, hace poco gestionó ante el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) que le envíen 20 tablets y 200 tarjetas de datos para la escuela. El organismo nacional aceptó el pedido y las cosas están por llegar.

El padre Aguiar explica que su postura es “acompañar iniciativas que sean sociales más que generar desde la parroquia”. “Cuando se generan desde la parroquia se da una relación paternalista, no una liberadora”, razona. Y relata que no piden “por pedir”, sino que cuando tienen una necesidad concreta ven la manera de conseguir los recursos. “El otro día recibimos una donación de 55 colchones del ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, a quien conozco de hace unos años. Nos pidió que buscáramos el menor presupuesto, le pagaron directamente a la tienda y nos dieron los colchones, todo muy transparente”, explica. Y luego agrega: “Repartimos 55 colchones entre la gente y si hubiera habido 100 repartíamos 100, porque la necesidad está”.

En 2001 Tato estaba en Fisherton Sur y recuerda ese diciembre como muy “embromado”. “Después del 2001 el peor momento es este”, añade. Ilustra el parate económico con un ejemplo muy concreto: “Si el del negocio dejó de vender, también dejó de tirar cajas de cartón. Y entonces el cartonero no tiene nada para juntar”. Y añade que es “es muy feo que la gente tenga que venir a pedir algo porque la está pasando muy mal”.

Ahora están armando un taller de carpintería y uno de peluquería para brindar a las personas del barrio la oportunidad de rebuscarse con algún trabajo. Tato está muy preocupado porque la gente no caiga en el “desencanto y desesperanza”. “El discurso de que esto no tiene solución está planificado. No es inocente que nos comuniquen estas ideas. Está claramente manejado. Al decir que esto no tiene solución, buscan que te dé lo mismo una cosa que la otra. La única causa que se pierde es la que se abandona. No abandonemos las causas”, reclama.

“El Pipi siempre estuvo”

Aguiar pugna por “una Iglesia que acompañe procesos sociales”. Y hace un interesante parangón: “Si a vos te cuesta 5 años terminar tu casa, a nosotros también nos tomó 5 años terminar el salón”. Recién ahora está encarando las tareas para arreglar los techos que se llueven, levantar una secretaría parroquial y concretar otros arreglos. Para eso, recientemente mantuvo una reunión con el senador del Nuevo Espacio Santafesino Armando Traferri, quien donó los materiales para las obras. “El Pipi siempre estuvo. Me ha ayudado a comprar a comprar chapa en otra comunidad. A conectar el invierno pasado el gas natural, que pasaba por la puerta y no lo teníamos conectado”, reseña alguna de las asistencias recibidas.

Esas obras permitirán “dar un poco de dignidad” a la gente del barrio. “El lugar que nosotros usamos ahora para Secretaría es también sacristía, lugar para dar catequesis y lugar de reunión”, cuenta el cura sobre la parroquia. Y tira una infidencia. “El nombre oficial es Virgen Niña, pero decidimos cambiarle el nombre a María Niña, porque acá no importa la virginidad, sino la persona”, cuenta para ilustrar cómo buscan acompañar los procesos sociales.

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