Apenas pasaron unos minutos de las cuatro de la tarde. Y a esta hora, en Funes, la tranquilidad de las calles coincide exactamente con el andar que tiene Carolina Lozano. Tímidamente sonríe detrás de una puerta y se adelanta a la llegada de Ovación para dar la bienvenida. Amable, sencilla, atenta, la atleta de 22 años pregunta si fue fácil llegar. De la misma manera ofrece el espacio que se considere necesario para hacer la entrevista: “Donde vos te sientas cómoda, Caro”, se le advierte. Y entonces sonríe de nuevo y dice “por acá”. Elige una sala de estar amplia en esa casa de tono antiguo en la que vive su mamá y algunos de sus siete hermanos y que ella dejó transitoriamente para irse a vivir a Puerto Rico el año pasado, una experiencia que implica cierto vuelco en su carrera. La sala es austera, tiene un sillón de espaldar recto donde Caro se apoya como si dibujase una L perfecta con su figura y un piano que se impone en la escenografía.
Tras un 2017 “especial”, que incluyó una operación y un cambio de vida como fue ir a instalarse a Puerto Rico para competir para la Universidad Interamericana San Germán (en los torneos internacionales sigue representando a Argentina), la fondista mantuvo un mano a mano con Ovación en el que permitió advertir esa maduración que quiere capitalizar a corto y mediano plazo en estas citas correlativas: los Juegos Odesur, los Juegos Panamericanos y los Juegos Olímpicos. “Soy una persona agresiva (…) cuando salgo a correr me quiero comer los obstáculos”, dice, al tiempo que no se altera con nada. Y reconoce: “Sí, correr es como un sentimiento de liberación”.
¿Cómo surgió cambiar el modo de vida e irte a Puerto Rico?
Desde que hago atletismo me llegaban invitaciones de universidades de diferentes lugares, de EEUU y de Puerto Rico más que nada. Continuamente te llegan, porque vas a un Mundial, tenés un buen resultado y hay gente observando. Van a los torneos a ver e invitar. No todos los atletas dicen que sí, por eso invitan a tantos. Irme a EEUU significaba ir sin mi entrenador (Leandro Ghelfi) y no poder prepararme con mi propio plan. Esta propuesta era distinta, lo incluía y entonces decidimos que era una buena oportunidad para tomar. La condición era que él me entrene y se pudo lograr. Así que estoy ahí con una beca, entrenando y estudiando música.
¿Estás conforme con lo que viviste hasta acá, sentís que suma al desarrollo de tu carrera?
Sí. Te permiten entrenar bien. Para ellos lo más importante es que entrenes bien, que no dejes de entrenar. Al estudio te lo facilitan, si falto no pasa nada, se te justifica la falta. Siempre que vos cumplas y que justifiques por ejemplo las dos semanas que te vas a competir, no hay problemas. Otra cosa que es muy buena es la recuperación, tienen médicos, kinesiólogos, todo a disposición. Yo fui lesionada y a un mes de estar operada. Me aceptaron igual, estuve en tratamiento, me recuperé muy rápido y aún sigo con ellos. En la universidad terminás de entrenar y te dan una recuperación al detalle. Tuve la suerte de que eso empezó cuando yo llegué, antes no era tan así. El clima también es muy bueno, acá a veces hace mucho frío. Allá hace calor y es complicado cuando te toca una carrera a las tres de la tarde, pero para entrenar está bien, yo entreno a la tarde-noche todos los días. También significa estar cerca de EEUU, programar competencias y en tres horas estar en el lugar.
¿Eso es lo que más te aporta hoy: la cercanía a las competencias más fuertes?
Sí, tenés que elegir torneos pero yo ahora ya fui a uno. Me fue bien. Igual, hacía mucho que no competía por la operación en el pie izquierdo (lesión en el escafoide). Los torneos entre universidades son muy exigentes, pero este año aún no pude competir porque allá hay un reglamento que te exige tener un año de transición cuando venís de otra universidad. Como ya me había matriculado acá (en la Universidad Nacional de Rosario) recién en agosto voy a poder competir para ellos. En Puerto Rico los torneos de las universidades son más importantes que el Nacional. No es como el nivel que hay en EEUU, porque obviamente es chiquito el país, pero siempre buscan extranjeros para levantarlo.
¿Cómo es tu vida allá?
(Risas) En realidad lo que hago no es mucho más que eso. Vivo en la universidad, lo bueno es que curso de lunes a jueves, entonces viernes, sábado y domingo los tengo libre. Esos días me quedo tranquila, aprovecho para hacer cosas, para estudiar, entrenar. En Puerto Rico no hay transporte público, por eso al no tener auto se nos complica (habla en plural, por ella y su entrenador). No hay ni taxis, entonces si paseamos es porque vamos con alguien.
¿Cuál es el objetivo deportivo de momento?
Ahora, los Juegos Odesur (Cochabamba, Bolivia, del 26 de mayo al 8 de junio). Estoy confirmada en el equipo y si bien comenzamos a competir el 5 de junio, como es en la altura y los fondistas tenemos la desventaja de eso, viajamos tres semanas antes. Entonces el 13 de mayo nos vamos a Bolivia a preparar eso. Compito en los Odesur y después viajo a Europa, a una gira de un mes y medio con un grupo de Argentina. Eso hasta la primera mitad de año. En la segunda está el Campeonato Iberoamericano (Lima, Perú), que es el otro objetivo. Este es el más cercano y sabía que era difícil llegar bien porque venía de la lesión. Para el Iberoamericano falta más, voy a estar, estoy entrenando intenso desde diciembre-enero, tras la lesión y la operación.
¿Cómo te llevás ahora, de más grande, con las miradas que se posaron sobre vos desde que empezaste a competir? Tenías 16 años y ya estabas en un Mundial para menores de 20. ¿Cómo conviviste y convivís con eso?
Siempre lo tomé igual, desde mi primer Mundial. O sea, siempre (fue un año antes cuando empezó con el atletismo). Pero es como que cada vez se vuelve más difícil. En realidad es porque estoy en mayores, no hay otra instancia superior a esta y es mucho más difícil que cuando estás en juveniles o menores. Aunque siempre lo tomé igual.
¿Intentado estar calma sin observar el afuera?
Sí y por ahí es difícil. Eso me costó un poco, supo ser un problema. A veces es uno mismo quien se genera mucha presión, más que la que otros te generan, más allá de que querés conseguir un triunfo. Lo estuve manejando siempre con psicólogos, pero hay momentos difíciles, como ahora que vengo de la lesión y me di cuenta de que perdí un poco de eso aprendido. Volver a las competencias me costó un poquito.
Hace poco, otra atleta, Florencia Borelli, decía en una nota que el miedo paraliza y que a veces por esa cuestión hasta podés perder una beca. Los deportistas argentinos lidian con eso todo el tiempo, ¿qué opinás?
Es contradictorio, porque es una ayuda que te puede perjudicar si se transforma en presión.
Pero a veces vos mismo te generás la presión. Nadie te lo está diciendo, a veces vos mismo te la estás transmitiendo. A muchos les pasa eso de ir a torneos nerviosos. A mí me ha pasado, más allá de que sea por la beca o no. Soy bastante exigente.
Sí, se nota que tenés una personalidad autoexigente. ¿Sos vos solamente o lo heredaste de alguien?
Sí, soy muy autoexigente y entonces es como que tengo que conseguir la medalla y esto y aquello. Y uno se presiona mucho por conseguir eso que tiene que conseguir. A veces te juega en contra, me ha pasado y es ahí cuando no conseguís nada. Y sí, es de familia, somos todos autoexigentes.
¿En qué otras cosas además del atletismo lo sos?
Es bastante común que mucho de lo que sos afuera lo lleves en este caso a la pista, ¿te pasa?
Exacto. Sí. Bueno, eso de ser autoexigente no lo podés cambiar. Pero lo que sí podés controlar es que los nervios no te jueguen una mala pasada. O no presionarte tanto, no pensar tanto en que “tengo que conseguir una medalla”. Es ir, disfrutar y después la medalla viene sola.
¿Con los años te fue saliendo eso de disfrutar?
Sí. Sí, sí. Con los años pude ir haciéndolo.
¿El atletismo, como quizás es la natación o algún otro deporte solitario, exige una convivencia con uno mismo de mayor intensidad que otros deportes?
Y sí… Todas las pruebas del atletismo son exigentes pero por ahí el fondista, según la prueba, tiene que tener “bastante de cabeza”. Es normal que para correr diez mil metros el tema de la cabeza sea terrible, porque son muchas vueltas, en los entrenamientos también. Es aprender a estar cansado y seguir. Es duro.
¿Y en tu prueba favorita?
Sí, también, los 3 mil metros con obstáculos son una prueba dura. Todo.
¿Cuándo empieza la concentración para una prueba como esa?
Más que nada ese mismo día. La noche anterior no está buena, porque sino hace que no te duermas, el día anterior es para estar tranquilo, relajado, porque si te ponés a pensar generás nervios y los nervios es mejor tenerlos antes de correr, los nervios controlados, digamos. Hay nervios que si te exceden o vos te excedés en ellos te perjudican.
Buscás la concentración pero ¿mientrás corrés se te pueden meter otras cosas en la cabeza, que no sean esencialmente esas en las que estás enfocada?
Ser agresivo es querer comerte el obstáculo (risas), ser agresivo es estar en la largada y querer correr ya.
¿En qué consiste tu entrenamiento?
Entreno todos los días dos turnos. En la mañana siempre hago fondo, es el entrenamiento más tranquilo, zona media y cosas así. Y después, a la tarde, puede ser pista, que es el entrenamiento fuerte. Otro día puede ser gimnasio, otro día técnica, otro fondo más largo.
¿Y después a estudiar?
Sí, entre el primer entrenamiento y el segundo.
¿Ese piano es tuyo?
Sí, mi hermano tocó el piano, mi hermana el órgano. Mi mamá lo compró hace varios años pero la última que lo tocó fui yo.
A tal punto que música es lo que estudiás en Puerto Rico. ¿Cómo empezó esa pasión si es que la considerás como tal?
De chiquita mi hermana me enseñó a tocar el órgano, toqué unos años y luego seguí con el piano. Fue después de unos años que nadie tocaba que mi mamá me lo ofreció. Bueno, toqué (encoge los hombros en señal de vergüenza) y ya son muchos años (risas).
¿Qué otra cosa te gusta hacer?
Por ahí en los tiempos libres miro películas.
¿Esta versión tranquila de tu personalidad es la opuesta a la que se come los obstáculos?
(Risas) No soy de salir, sí de juntame a comer. Pero salir no me gusta. No es por el atletismo, sino que nunca me llamó la atención. Allá lo que se puede hacer un día es ir a la playa, me gusta un poco, pero es complicado por la falta de vehículo.
¿Es cierto que, ante tu timidez, fue el atletismo el que te ayudó a relacionarte?
Sí, siempre fui tímida, lo sigo siendo ahora, pero fui creciendo y me fui relacionando más. Estoy un poco más sociable con la gente por el atletismo.
¿En qué momento empezaste a imaginar llegar a un Mundial, de la categoría que fuese?
A los 16, cuando fui al primero y fui encontrándome con lo que era. Al principio tampoco sabía mucho de qué se trataba, yo jugaba al tenis (un profesor le sugirió el atletismo, por los buenos resultados de sus tests físicos). Pero por ejemplo, el tenis en los Juegos Olímpicos no es tan importante como es el atletismo. El atletismo es el deporte más importante.
¿Entre los sueños a largo plazo están los Juegos de Tokio 2020?, ¿estás en ese proceso?
Mis objetivos más allá de este año, el año que viene son los Juegos Panamericanos y hacer ahí la marca para los Juegos Olímpicos de Tokio. Ya no falta tanto, no es a largo plazo, es ahora (se ríe de nuevo).
¿Qué te genera correr?
Por ahí… correr es lo que me gusta. Es lo que te distiende, a veces te olvidás de todo. A veces es el momento en el que no pensás en nada. Quizás tenés preocupaciones y se te olvidan. Me ha pasado de tener un mal día, ir a correr y que se me pase. Es eso, es todo. Hay días también en los que no pasa, pero va por ahí. Sí, correr es como un sentimiento de liberación.
(Haruki Murakami, del libro “De qué hablo cuando hablo de correr”)
“Mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez debería afirmar que corro para lograr el vacío. Y también en el vacío es donde surgen pensamientos esporádicos. Es lógico. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacío absoluto. El espíritu humano no es tan fuerte ni tan consistente como para poder albergar el vacío absoluto. Sin embargo, esos pensamientos (o esas ideas) que penetran en mi espíritu mientras corro no son, en definitiva, más que meros accesorios del vacío. No son contenido, son pensamientos generados en torno al eje de la vacuidad”.
Desde la “hazaña” de 2012 a la renovación del atletismo
En mayo de 2012, el periodista de Ovación Rodolfo Parody daba cuenta del primer gran logro de Carolina Lozano. En aquella nota en este diario, la fondista en 800, 1.500 y 3.000 metros contaba cómo con sólo un par de semanas practicando la prueba de 3 mil metros con obstáculos había logrado la marca para meterse en el Mundial de Barcelona Sub 20, a los 16 años. La “hazaña” no terminaba ahí, porque al atletismo había entrado apenas un año antes. Tras esa competencia llegaron los resultados que hicieron que muchísimas miradas se posasen sobre ella como una de las máximas esperanzas del atletismo nacional. Obtuvo muy buenos resultados en categorías superiores a su edad y siguió marcando terreno en el plano nacional e internacional. Tras un flojo 2017, que la encontró lesionada en el pie y la obligó a operarse, vino a Rosario al Campeonato Nacional, de abril, para tomar ritmo de cara a los Juegos Odesur. No completó la prueba individual de 3 mil metros con obstáculos pero hizo podio en la posta. Es parte de la camada de Joaquín Gómez, Noelia Martínez y Fiorella Chiappe, entre otros, que están protagonizando la renovación del atletismo argentino.