Por Federico Lifschitz, Concejal de Rosario (Partido Socialista)
El debate por la Autonomía de Rosario no puede ser un efímero tecnicismo, tiene que ser la respuesta concreta a los problemas de los vecinos en materia de seguridad, orden urbano y gestión municipal. Es el momento de que la ciudad gane herramientas concretas para tener el control de su futuro y planificar las próximas décadas.
La Autonomía de Rosario, un logro histórico impulsado por el socialismo en las últimas décadas, debe ir más allá de su alcance técnico-administrativo. Tiene que ser la solución a los problemas concretos que nos quitan el sueño a los rosarinos. Para los vecinos, la Autonomía, debiera funcionar como una herramienta para dar respuesta a preguntas que son urgentes y de su interés como: ¿Me dará más seguridad?; ¿Voy a tener políticos más honestos y eficientes?; ¿Mi barrio va a estar mejor?
Nuestra respuesta es clara, la Autonomía tiene que ser la herramienta indispensable para construir una gestión local honesta, eficiente y enfocada en la calle, sin depender de las estructuras provinciales. Estructuras que hoy están totalmente presentes en la ciudad, pero que alguna vez con gobiernos peronistas/kirchneristas nos sumergieron en el abandono profundo.
Necesitamos que esta capacidad de autogobierno se consolide como un escudo institucional, que nos permita consolidar un nuevo paradigma de gestión pública. Es el momento de dejar de mirar a los tecnicismos y empezar a mirar hacia el barrio, garantizando soluciones que no sean efímeras, sino que se anticipen a los problemas del mañana.
Nuestra generación no se conforma con la inercia del sistema político enquistado. Hemos aprendido de la historia, pero nos negamos a cargar con las excusas del pasado.
Entendemos que la Autonomía no es solo un derecho legal, sino el deber de esta nueva época, la oportunidad de desarmar la vieja política y construir un modelo de gestión que sea espejo de las nuevas demandas ciudadanas: orden, transparencia, responsabilidad y resultados. Nuestra aspiración no es nueva, está anclada en el artículo 5° de la Constitución Nacional y se concretó gracias a la reciente reforma de la Constitución Provincial, impulsada por la valentía y decisión del gobernador Maximiliano Pullaro. Se trata de terminar con el esquema de tutela institucional que históricamente frenó la fuerza y el desarrollo de esta metrópolis. Este hito legal nos posibilita dejar atrás la dependencia y asumir plenamente la responsabilidad de nuestro propio destino.
El mayor valor de la Autonomía es que nos permite, por primera vez, tomar la responsabilidad plena en lo institucional y nuestra seguridad. Una ciudad con la complejidad de Rosario no puede seguir de brazos cruzados, tiene el deber inaplazable de involucrarse efectivamente en la seguridad ciudadana para potenciar el accionar provincial.
La Autonomía tiene que ser la llave que nos permita crear y controlar nuestra propia Policía Municipal con un enfoque exclusivo en la prevención y la cercanía. Esta fuerza, bajo la órbita del Intendente, no reemplazará a las fuerzas provinciales, sino que las complementará, enfocándose en la prevención comunitaria y el cuidado del espacio público garantizando la presencia municipal en la calle que el vecino exige y merece. Sus incumbencias concretas deberían ser la fiscalización y cumplimiento de las ordenanzas municipales relativas a la prevención, tránsito, ruidos molestos, basurales y trapitos, entre otras. Actuar como primer mediador en conflictos vecinales, proteger los barrios y realizar tareas disuasivas en áreas críticas, ordenando, de frente y sin medias tintas, el espacio público. Si bien los grandes delitos se combaten desde la provincia, la forma de relacionarnos y la calidad de vida se definen en el día a día. Por ello, nuestra Carta Orgánica también debería contemplar los Tribunales de Convivencia Vecinal, órgano de justicia de proximidad que dará una respuesta rápida y efectiva a problemas cotidianos como usurpaciones, obras ilegales, contaminación, vandalismo, ocupación ilegal del espacio público y conflictos vecinales.
La Autonomía nos tiene que dar las herramientas necesarias para que Rosario funcione, sin demoras y sin excusas. La segunda gran urgencia de la ciudadanía es tener una clase política a la altura del desafío y que rinda cuentas. La Autonomía debe ser el vehículo para una profunda renovación ética, esta es la base para restaurar la confianza perdida entre los ciudadanos y el gobierno. Esta agenda de transparencia es el motor de la nueva política y un compromiso innegociable de las nuevas generaciones. Para asegurar que solo lleguen al gobierno los mejores y más probos, nuestra Carta Orgánica tiene que adoptar el principio de la Ficha Limpia, un acto de valentía política que impedirá para siempre, que condenados por corrupción o delitos graves ocupen cargos, elevando los estándares de honestidad en Rosario.
Además, terminaremos con la vieja política al establecer un límite estricto a la reelección de Intendente y Concejales. Romperemos el círculo vicioso de la auto perpetuación para inyectar sangre nueva y determinación en la gestión de la ciudad para los próximos años. La Autonomía no servirá de nada si solo significa más impuestos o más burocracia. Por eso, debe dotarse de mayor control del gasto público.
Se tiene que crear un Tribunal Auditor Municipal autónomo e implacable, con participación de técnicos profesionales, pero también de los vecinos. Pretendemos que este organismo pueda realizar auditorías exhaustivas a cada peso gastado como así también en cada acción realizada por el ejecutivo. Este organismo tendrá que ser implacable con el despilfarro y garantizar la eliminación de todos los gastos innecesarios. La transparencia del Estado, con datos abiertos a disposición del ciudadano, garantizará que los políticos sean eficientes o sean desplazados, porque en la Rosario autónoma, la ineficiencia ya no puede tener refugio. Los problemas se resuelven donde se originan, por eso se debe profundizar la descentralización territorial.
La Autonomía de Rosario debe empezar por el autogobierno del barrio, por ello, para garantizar que las prioridades sean definidas por quienes viven las realidades locales, impulsaremos la elección directa de los Directores de Distrito y la asignación de presupuestos propios y definidos por cada área, contemplando expresamente la participación real de las Asociaciones Vecinales, pilares institucionales fundamentales para la canalización de demandas y control ciudadano. Esto no será solo una reforma administrativa, sino la democratización real del poder municipal. Queremos que el poder de decisión esté en el barrio, cerca de la gente, para que los vecinos dejen de ser meros espectadores o actores de reparto y se conviertan en protagonistas activos y decisores de la gestión local. Pero, la Autonomía también nos debe dar el poder de planificar la Rosario del mañana, que exige una mirada integral. Debemos ser un municipio proactivo y no reactivo.
La nueva Carta Orgánica nos tiene que permitir impulsar una estrategia económica local activa, fomentando el desarrollo tecnológico y la innovación. Esto significa apoyar decididamente a las empresas rosarinas y los emprendedores, garantizando seguridad jurídica mediante la simplificación de trámites y reducción de impuestos distorsivos, que permitan crear empleo y posicionar a Rosario como un polo económico-productivo atractivo en nuestro país. En este contexto, la Autonomía debe afirmar el compromiso de la ciudad con la equidad y el progreso social, garantizando que el desarrollo llegue a todos los sectores y barrios, combatiendo la desigualdad desde el territorio.
Finalmente, esta visión de Autonomía es la base para la planificación estratégica. Esta herramienta debe ser diseñada con una visión de ciudad para las próximas décadas, un compromiso que trascienda las gestiones y que no puede ser rehén de los calendarios electorales. Es momento de terminar con la política de la improvisación y la discontinuidad, instalando la previsibilidad como norma. Un plan estratégico definirá nuestro modelo de desarrollo a largo plazo, no sólo en términos de obras y ordenamiento territorial, sino también en materia de inversión social y educativa. Su elaboración será producto de un proceso amplio y participativo, que unirá a la sociedad civil con sus instituciones junto al sector académico y productivo en un acuerdo a largo plazo. Solo así Rosario dejará de reaccionar ante la urgencia diaria para empezar a construir, con previsión y método, la ciudad que soñamos.
La Autonomía de Rosario no puede ser un fin en sí mismo. Tiene que ser la herramienta imprescindible para que, finalmente, podamos dotar a la ciudad de orden, transparencia y capacidad de crecimiento. Si logramos que la Autonomía resuelva el problema de la inseguridad, el desorden urbano y los problemas crónicos de gestión, habremos asumido la responsabilidad histórica que nos impone este tiempo. Este es el primer paso, el más audaz, hacia la construcción de una Rosario protagonista, dueña de su futuro y forjadora de su propio destino.


