Charly García presentó en el teatro Gran Rex, en Capital Federal, su espectáculo “La torre de Tesla”, una suerte de segunda función del show ofrecido en febrero pasado en el teatro Coliseo, en un concierto de características similares, aunque con algunas variantes en el repertorio y en el desempeño de la banda que permitieron una versión mejorada respecto a esa primera entrega.
El último show del músico había sido el 13 de febrero en el teatro Coliseo, cuyas 1700 localidades se agotaron en media hora. Esta vez, García decidió ir por las 3200 butacas del Gran Rex. ¿El resultado? En sólo 15 minutos no quedaban localidades disponibles.
Y no defraudó. El músico mostró un soberbio repertorio con el rescate de algunas joyas de su catálogo y una performance personal, y a nivel grupal, menos prolija pero más suelta que la mostrada en febrero, con lo que el concierto ganó en intensidad y sorpresa, un terreno en el que el artista del bigote bicolor se mueve con comodidad.
Incluso, el músico pareció mucho más comunicativo y con algunas muestras de su particular chispa, lo cual también derivó en una gran interacción con la devoción del público que colmó el teatro y celebró cada canción y cada movimiento del protagonista.
Además del rescate de clásicos de su repertorio, la noche contó con otra gran sorpresa que fue la presencia del legendario Billy Bond, su gran mentor en los inicios de su carrera, como invitado especial, quien rompió un silencio de décadas de los escenarios porteños para interpretar junto a García la casi incunable “Loco, no te sobra una moneda”.
Entre los temas que formaron parte del listado de canciones se destacaron los ya infaltables “Cerca de la revolución”, “Fanky”, “Rezo por vos”, “Me siento mucho mejor”, “Demoliendo hoteles”, “Los dinosaurios” y “Pecado mortal”; y el rescate de joyas como “No soy un extraño”, “Reloj de plastilina”, “Fax U”, “Promesas sobre el bidet”, “Yendo de la cama al living” e “Instituciones”, composición de Sui Generis y única pieza que no forma parte de su etapa solista.
También echó mano a algunas canciones de “Random”, su último disco, como “La máquina de ser feliz”, “Otro”, “Rivalidad” y “Lluvia”, las cuales ya fueron incorporadas por el público como clásicos de Charly; y temas del “maldito” registro “Kill Gil”, como “King Kong”, “In the city that never sleeps” y “No importa”, las únicas que paradójicamente no son tan reconocidas por la gente.
García volvió a estar acompañado por el tecladista Fabián “El Zorrito” Quintiero; la corista Rosario Ortega; y los chilenos Toño Silva, en batería; Carlos González, en bajo; y Kuige Hayashida, en guitarra, quien se destacó a nivel solista con varios solos y pareciera ser el más beneficiado con la mayor libertad que encontró la banda en este concierto.
En este contexto, Charly se animó a tocar un poco más respecto al concierto ofrecido en febrero, con lo que aparecieron algunas pinceladas de su virtuosismo, y se permitió exigir su voz un poco más a la hora de cantar, lo que lejos de ser un problema, ofreció mayor emotividad en varias interpretaciones.
El concierto también repitió la puesta de su anterior edición, con una torre de energía en el centro del escenario y una pantalla que reproducía videoclips de canciones; imágenes de algunos clásicos del cine, como la primera versión de “King Kong” y “Los productores” o “Toro salvaje” de Martin Scorsese; recuerdos de los diferentes escándalos públicos protagonizados por Charly o, simplemente, rayos que simulaban ser capturados por la torre en cuestión.
“Bienvenidos a la torre de Tesla”, se escuchó decir a García cuando pasadas las 20.50 se abrió el telón, al ritmo de los primeros compases de “No soy un extraño”, en la primera gran emoción de la noche.
A medida que se sucedían los temas, con el sonido que se iba afianzando, la banda fue ganando en confianza, al igual que Charly, quien se animó a bromear con frases como “decían que estaba acabado, que ya no podía componer más”, antes de cantar. “La máquina de ser feliz”, al preguntar “¿dónde querés que vaya?” cuando alguien del público dijo “Vamos Charly” o proponer “rompan todo”, en un velado homenaje al invitado sorpresa de la noche.